1/3/09

Permanecer deseoso, deseante, deseado

Y pensar que con esto se cumple cualquier tipo de expectativa vital a día de hoy, que es todo lo que necesito para no humillarme, para cuestionaros. No son pocas las veces que mi voluntad ha pedido no hacerlo, eso de cuestionar, porque en ocasiones hacerlo público resulta incluso dilapidante y soy un ser social, de eso no dudo. A la gente no le gusta saber que su jardín no es “el jardín” entre los jardines, más bien, creo que no les agrada que se lo digan o que otros se den cuenta de su pequeñez relativa. Se hace algo difícil no ir poniéndoles lazos a todas esas cosas que parecen feas, vacías, desnudas, si puedes y tienes un rollo de raso de terciopelo del bueno. Los lazos no son medallas.

Deseoso
Y me sale así, porque no duermo o porque las cosas no se inscriben dentro de mi capricho, y es la siguiente de la siguiente y sucesivamente se repite este hambre voraz por… ni siquiera se trata de poseer. Si llegara a poseer dejaría de desear no poseer. Sé de lo que no se trata. No es afán de superación, ni ambición materialista o un poder celoso de un trono que se corone con un “te lo dije”.
Quiero tocar cada forma, cada línea, cada ente. Quiero tragármelos y que mi cuerpo adopte su fisicidad y que mis brazos los rodeen siendo casa, muro o ventana.
Todo forma parte del ya aunque no pueda controlar las vomitonas que reverberan alrededor de las circunstancias, de este momento. Y vuelvo a pensar en olvidar a las personas, a las cosas, a neutralizar cualquier resquicio de recuerdo para poder enfrentarme de otro modo a la decadencia de seguir viviendo. Entonces es cuando echo un vistazo a toda esa gente de mi edad que se ha relegado a patrocinarse, que ha obviado sentir. Me reconozco entonces reconfortada con la naturaleza de mis diversas y condensadas frustraciones porque éstas están desgastadas por ser y no por no serlo. Deseoso implica asumir riesgos, todos los riesgos, con los tres pies dentro.
Deseoso responde al grito de la tercera persona. Deseoso necesita de los demás para existir, los demás tienen que percibir a deseoso cerca de mí porque si no no se trata de deseoso si no de deseante. Hablo de lo/los demás como una cavidad más a ocupar y ahora mismo me siento tan okupa. Te tienen que señalar “mira, allí, va con deseoso” y sin dramas, ni estigmas ni tonterías.
Deseoso es diferente cada vez y no soporta ser forzado, quién lo soporta. La patata ridícula de un grupo de bermudas y chanclas a la puerta de una catedral, o la catedral o vuestra sonrisa fingida, una de dos. Posicionarse, dudando, pero posicionarse. Un helado de dos bolas, en un primer momento apostaría por glotonería pura, ahora mismo diría que es una especie de pavor de reminiscencias pueriles que evita que un elector se aferre a un sabor en concreto y saboree la única bola en toda su densidad. Conozco a gente que sólo come helado de chocolate y no me gustaría ser ni barquillo ni bola en contacto con su humedad curvilínea.

Deseante
Sólo alguien que ha conocido a un amigo imaginario sabe que cuando se calla lo hace para siempre. Entonces lo echas de menos y el espacio no es ese espacio que lo acoge todo, omnipresente; desaparece y no se establece un comité de búsqueda ni ningún tipo de despliegue armado para su captura. Se ha ido desprendiendo, una manzana verde que ha acabado asimilada por la humedad de la tierra de acogida y picoteada sí, de vez en cuando, por algún animal curioso. Qué estúpida tontería verde esperanza, eso es porque nunca se han comido una manzana podrida.
Hasta que te das cuenta de que lo haces vives un poco peor. Algunas veces pasa con encontrarte con gente con el mismo padecer aunque esto no sirva para nada. Puede servir para no dar explicaciones y poder flotar sobre la superficie, pero salgo de este edificio con la misma sensación con la que entré. Sí que se han resuelto cosas y mi tartamudeo progresa adecuadamente desde la primera paliza. Ahora no sólo parezco segura.
Deseante se escribe en primera persona, es un estado intransferible y celoso. Ese regocijo con el ansia que en ocasiones brota como enfermizo se torna cuestionable cuando lo padeces y se echa de menos cuando las carnes se relajan lo suficiente como para sentir que dejas de estar alerta, aunque sea sólo un poco. Un molinillo que no descansa, de martes a lunes.
Conforme pasan los años pelas mejor las naranjas. Todo pasa por incluir la posibilidad de manifestar/poseer sentimientos que desde niño has percibido como debilidades. Alguien ha querido hacerte impermeable, a ti que has nacido esponja. Y no das abarcado a todo el público que merece ser contentado, porque no quieres que nadie se quede sin un trozo de pastel, todos tienen que probar tu tarta el día de tu cumpleaños. Qué importa si eres el único que se queda sin probarla.


Deseado
Uno llega incluso a poder llevar lo de caducarse en la estantería de ese supermercado cutre de la esquina, por ponerle fecha. Incluso si la tinta ha desaparecido por el frote con otros candidatos de mejor presencia en todo este tiempo. Permanecer frente a lo ridículo de la espera, no supone ningún tipo de resistencia fastuosa ni torturadora ver pasar. Y entonces cuestionas a qué tipo de cartera habrán ido a parar todas aquellas monedas que apostaron por ti, si tintinean o se amontonan como papel.
Me siento totalmente incompetente para arrimar algún verbo a deseado. Ser, estar, saber. Se escapa de ti, se escapa de mí. Es algo tan propio y tan pegado al otro, porque si no lo tengo me arranco el mío o el tuyo o el tuyo y el mío, porque por separado no tienen sentido. Y Romeo y Julieta deleitan a la gente, pero esto está muy lejos de un baño de gloria entre multitudes de corazones blanditos y generosos. Alguien que no tiene un presente con lo deseado no puede levantarse cada mañana y pensar lo sucio que está el espejo del baño o a qué huele el café. Más allá de la compasión que me la guardo para cuando la necesite, está morirse o puede que aquí empiece todo, sí, que el deseo comience con la muerte.
Deseoso y deseante se completan con deseado, por no llamarle “padre”.
En algún momento llega la respuesta, una patada a una piedra no muy pesada. He dudado siempre de la rebeldía con la que me suelen señalar porque en ocasiones siento que se refieren a ella desde la impostura y es algo con lo que no me deleito. No es un sí porque sí o porque no, es una necesidad profunda que siento como vital, más allá de lo convincente que se hagan oír mis explicaciones. Intentar convencer me aburre profundamente. Me ha costado lo suyo no sentir la necesidad de preguntarle al de al lado si quería que me bajase en esa parada o en la siguiente, saber que mi voluntad solamente dependía de mi circunstancia, de mí; y ahora supongo que es hasta que descarrile o hasta que nos congelemos todos...

Y no estoy a favor de los vegetarianos, quienes quizá sean demasiado blandos para la fórmula en que fuimos concebidos, 2008

La mancha, y qué sino.